martes, 7 de septiembre de 2010

BRUNO EL DELFÍN

Aquella mañana me sentí inquieta, tenía aquel deseo de salir a explorar este lugar tan maravilloso, pero no sabía si eso era lo correcto. Pensé durante varios minutos y decidí ir, porque sentía una tristeza que no se aliviaba con nada. Obte por invitar a Bruno mi amigo el delfín, el cual era muy divertido y me podía ayudar a sentirme mejor. Efectivamente minutos después esto ocurrió y durante un rato Bruno ando exclamando que la inquietud que sentía era muy normal, por esto el decidió acompañarme en mi travesía.


Juntos andamos varias calles y justamente en aquel lugar desconocido nos encontramos con los micos ladrones. En ese momento sentí pánico y un frio por todo mi cuerpo, de repente ya no podía hablar, aquellos micos sin mi voluntad me llevaron a un lugar solo. Yo les lloraba y suplicaba que me dejaran quieta, que quitaran esas manos de mi cuerpo, pero sin razón alguna ellos seguían. En ese instante Bruno llegó, pero ya era demasiado tarde. Aun teniendo su compañía me atormentaba el hecho de aceptar que habían abusado de mi. Finalmente  Bruno espero a que me calmara y fuimos a denunciarlos, pero nos atendió el elefante policía, el cual era obeso y no hacía nada solo comía y comía. Allí le contamos todo lo sucedido, pero el solo respondió y dijo: ¡comenzare la investigación y no se bañe para conservar la evidencia! Esa respuesta fue algo irónica, pero al cabo de dos minutos llego a la estación un trió de gatas vagabundas que fueron detenidas por estar generando caos en las calles de la ciudad. Al verlas en esa situación pensé que mi caso no era gran cosa, por ello decidí seguir mi travesía con mi amigo. Al salir de la estación creí que todo había pasado, pero desafortunadamente en todos los rincones de la ciudad sabían lo que me había ocurrido. Desde entonces no pude volver a casa, aunque después de estar vagabundeando por las calles decidí pedirle ayuda a mi familia para superar este momento tan difícil.

Una tarde Bruno y yo decidimos recorrer el parque principal, cuando salimos de la casa escuchamos unos gritos que decían: ¡perras! ¡Zorras!, pero a Bruno no le importo porque él sabía que era un delfín. Al contrario yo sentí que mi mundo se derrumbaba, ya no me importaba nada solo quería dejar de vivir. En esos momentos me hubiera encantado tener el autoestima de Bruno, pero minutos más tarde comprendí que todos tenemos debilidades, no sé porque pensé eso, solo sabía que lo sentía y lo entendía desde mi corazón.

Esa noche decidí ir a visitar a Bruno, llegando a su casa observe unos carros parqueados al frente de su puerta, mis manos sudaban mis pies temblaban y yo no comprendía que sucedía, todo me parecía extraño, pero recupere fuerzas y de inmediato corrí hasta su puerta. Al llegar levante la mirada y con mi simple vista comprendí todo. Mi amigo ya no estaba con nosotros. La depresión lo había llevado hasta estas consecuencias, sencillamente porque le habían gritado ballena. Rápidamente corrí de nuevo a casa, destapé aquel cajón que nunca acostumbraba mirar y solo con un sonido mi alma había dejado este mundo. Todo gracias a un disparo en el paladar

No hay comentarios:

Publicar un comentario